Las abuelas solían aconsejar comer “un bolillo pa’l susto” después de enfrentarse a una situación estresante.

Cada vez que una persona se asusta, el cuerpo, como forma de defenderse, segrega adrenalina y cortisol provocando que la respiración se corte, que se acelere el rimo cardiaco y que los músculos se endurezcan. También, se produce sudoración en las manos y los niveles de glucosa en la sangre se alteran temporalmente para que el organismo la guarde y disponga de ella en caso de emergencia.
Además, como respuesta al estrés, el organismo secreta jugos gástricos, los cuales pueden ocasionar acidez o hasta nauseas.

Es por esta razón que “comer un bolillo sí puede ayudar a estabilizar la glucosa en la sangre y a contrarrestar la sensación de hueco en el estómago después de un susto, ya que los carbohidratos y las grasas inhiben la producción de acido gástrico”, según datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Dicho producto, data del Porfiriato y se lo debemos a un repostero francés radicado en México, quien, al no encontrar los ingredientes necesarios para elaborar una levadura tradicional, usó otros a su alcance y creó un nuevo pan artesanal.

Pero, ¡ojo!, este no es el único alimento que ayuda a mitigar los efectos del asusto, pues el mero acto de masticar un alimento tiene los mismos efectos, claro, siempre y cuando no se trate de alguna comida irritante.
Así que ya sabes, comerse un ‘bolillito’ pa’l susto sí es efectivo.